DE DIFUSIÓN INMEDIATA
Febrero 11, 2016
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DALLAS – El martes pasado recibí noticias preocupantes de funcionarios de la Universidad Texas A&M (TAMU): que un grupo de estudiantes de Dallas fue sometido a un trato racista en su visita a la universidad. Estudiantes blancos de Texas A&M encararon a sesenta estudiantes de secundaria de Uplift Hampton Preparatory, haciéndoles saber que el grupo de estudiantes visitantes no era bienvenido en su universidad.
La confrontación inicial comenzó cuando una estudiante blanca se acercó a dos estudiantes afroamericanas de Uplift Hampton, pidiéndoles su opinión sobre los aretes que llevaban, réplicas de la bandera de la Confederación. Esto fue exacerbado por un grupo de estudiantes blancos de ambos sexos que al escuchar lo anterior le dijeron a un grupo mayor de visitantes de escuelas secundarias, parte del programa Road to College en el Programa Educativo Uplift: “Vuelvan al lugar de donde vinieron”. Así continuaron sus provocaciones, usando los insultos raciales más conocidos contra afroamericanos, aparte de otras referencias a la bandera de la Confederación.
Esta escena fue presenciada y denunciada por funcionarios de TAMU que acompañaban a los estudiantes de Uplift Hampton. Un agente de la universidad dijo inicialmente que los estudiantes de A&M estaban expresando sus derechos de la Primer Enmienda. Sin embargo, enviaron a la policía de la universidad y se realizó un reporte. El incidente es examinado ahora por funcionarios universitarios, incluyendo administradores ejecutivos. Me lo informó el Rector John Sharp de Texas A&M. Profesores de Uplift Hampton que fueron testigos también enviaron su testimonio a la administración de A&M.
Estamos en 2016, y a solo meses de otros eventos raciales sucedidos en campos universitarios en Oklahoma, Missouri y otros lugares en la nación. Tienen en común que son inducidos por un clima de conflictos con dejo racial y otros actos de intolerancia. Estas discusiones relativas a la bandera confederada comenzaron el verano pasado, después de la masacre de fieles inocentes en una iglesia de Charleston, South Carolina. Pero hay los que siguen defendiendo los símbolos y la ideología de la Confederación.
A lo largo de mis más de 20 años en el Senado de Texas, he intentado expandir y reforzar las oportunidades educativas de todos los jóvenes de Texas; primero implorándoles se gradúen de la escuela secundaria, y luego alentándolos y haciéndoles disponibles los medios para asistir a la universidad. Esto incluye trabajar con funcionarios de las mayores instituciones universitarias para hacer más por lograr un cuerpo estudiantil más diverso.
Aunque el progreso ha sido lento, especialmente en lo que se refiere a estudiantes afroamericanos, Texas A&M ha hecho el esfuerzo de atraer a estudiantes minoritarios de escuelas urbanas. Ha establecido centros de acercamiento en Dallas y otras ciudades, y ha hecho disponibles fondos para becas. Pero eventos como éstos del martes pueden deshacer todo lo bueno que se ha hecho. Cuando esos estudiantes cuentan lo sucedido a familiares y amigos, aumentan sin lugar a dudas la creencia de que el hogar de los Aggies tiene un ambiente hostil hacia estudiantes negros; eso es, los que no son atletas.
Aunque se están llevando a cabo reuniones de la administración, profesorado y líderes estudiantiles de A&M, esas reuniones deben producir resultados que indiquen que los actos de racismo no serán tolerados en ningún lugar del sistema universitario. Yo espero una respuesta rápida y similar a la dispuesta en la Universidad de Oklahoma. Los estudiantes responsables de estas acciones reprensibles deben ser severamente disciplinados, si no expulsados.
La experiencia universitaria siempre ha tenido la meta de fomentar el crecimiento académico y personal, ampliando las perspectivas y siendo un crisol de múltiples culturas. No es un criadero de mayores prejuicios e intolerancia. Le pido a los funcionarios de Texas A&M llegar a una decisión que exprese que las instituciones de educación superior están abiertas a todo estudiante con voluntad de aceptar el desafío de un título universitario. Una institución de educación superior en el siglo XXI no merece nada menos.
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